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Foros - La opinión de los conocedores

Papel destacado del olfato en las emociones [Outstanding role of smell sense in the emotions]

Parece evidente que determinados olores pueden transportarnos a un lugar en el pasado, con sus buenos o malos recuerdos asociados, debido a que las emociones juegan un importante papel en la sensación de éstos últimos, en los que el olfato puede verse intensificado cuando algo malo sucede.

Investigadores de la Northwestern University, en Illinois, han demostrado recientemente la sorprendente vinculación al estimular a los voluntarios con estímulos eléctricos mientras olían ciertas sustancias. El descubrimiento, aparecido en Science, ayuda a explicar cómo los sentidos pueden alejarnos del peligro. Más interesante aún, podría arrojar luz sobre trastornos como el síndrome de estrés postraumático.

El estudio ha sido calificado de único por el profesor David Zald, científico de la Universidad Vanderbilt, que estudia cómo el cerebro maneja el aprendizaje sensorial y emocional. «Es un cambio en nuestra capacidad de percepción sobre la base del aprendizaje emocional.»

Los científicos saben desde hace mucho tiempo que existe una fuerte relación entre los olores y las emociones. Por ejemplo, cierto perfume o el olor de un manjar recién cocinado pueden suscitar recuerdos de una persona querida que murió hace tiempo. De igual manera, el olor del combustible podría disparar recuerdos de un soldado que sufre el síndrome de estrés postraumático.

¿Podría una situación emocionalmente cargada hacer que el estímulo inicial sea percibido con más fuerza? El equipo de investigación reclutó a 12 jóvenes saludables para intentar responder esta pregunta. En repetidas ocasiones los voluntarios olieron distintas sustancias químicas con olores completamente diferentes de los percibidos comúnmente. Dos de los recipientes contenían la misma sustancia y un tercero presentaba otro olor que normalmente no es detectado. Los voluntarios identificaron correctamente el olor particular un tercio de las veces. A continuación, el investigador Wen Li aplicó a los voluntarios ligeras descargas eléctricas mientras olían la sustancia poco común. En pruebas de olores posteriores, la identificación del olor extraño aumentaba hasta el 70 % de las veces.

Junto a este resultado, los estudios de tomografía computarizada mostraron que la mejora fue más que una coincidencia. Se registraron cambios en cómo la región olfativa del cerebro almacenó la información del olor, registrando el olor vinculado al estímulo eléctrico para distinguirlo más rápidamente de un olor similar. Según explican los investigadores, esta es una característica de supervivencia que evolucionó para ayudar a los humanos a distinguir un olor peligroso de entre los innumerables que constantemente nos rodean.

Sin embargo, los estudios determinaron que las regiones del cerebro vinculadas a las emociones no discriminaron mejor entre los diferentes olores. Esta discrepancia entre regiones del cerebro para la diferenciación de olores y para su memoria olfativa podría estar asociada con la aparición de trastornos de ansiedad.


El aroma del recuerdo. Olfato y mal de Alzheimer

La percepción de olores está íntimamente vinculada con nuestra evolución y supervivencia, pero también con nuestra capacidad de recordar. Por eso un equipo de investigadores de la UNAM lleva a cabo un estudio que podría permitirnos aprovechar esta característica de nuestro cerebro para ayudar a la medicina a detectar, antes de los primeros síntomas, una de las enfermedades neurodegenerativas más extendidas. Todos tenemos descuidos de tanto en tanto: perdemos las llaves, se nos olvida una cita, guardamos objetos importantes en lugares tan secretos que después no conseguimos recordar... hasta que ya no son necesarios. Estos olvidos cotidianos son normales, pero les provocan una gran ansiedad a muchos individuos maduros o en camino hacia la vejez, porque los relacionan con algún tipo de demencia. Demencia no es sinónimo de locura. Se llama así a la pérdida progresiva de las funciones cognitivas que no es causada por el envejecimiento normal, sino por algún trastorno cerebral. Aunque los olvidos o despistes no son una tragedia en sí mismos, cuando llegan a socavar la autosuficiencia del individuo pueden ser síntoma de un trastorno grave como el mal de Alzheimer, uno de los padecimientos más extendidos entre la población de mayor edad.

El Alzheimer es un trastorno neurodegenerativo porque lentamente va deteriorando el cerebro hasta provocar la pérdida permanente de recuerdos, conductas y otros rasgos cognitivos. Lo peor es que parece ir apoderándose de sus víctimas sin que medie advertencia alguna y que, conforme aumenta la esperanza de vida de la población, también aumenta la cantidad de casos de este mal.

Son cada vez más las familias que cuidan a un pariente incapacitado intelectualmente que poco antes era un individuo activo. El problema suele comenzar con distracciones en apariencia inocuas; preguntas o comentarios que deben repetirse dos o tres veces. Más tarde, la persona empieza a tener problemas para seguir conversaciones complejas o pierde la capacidad de disfrutar actividades que impliquen el menor desafío. Al principio, los familiares lo atribuyen a los achaques de la edad. Pero el individuo se va volviendo más olvidadizo, menos capaz de andar solo por la calle, e incluso de reconocer el rostro de sus seres queridos. Al final, esa persona otrora independiente requiere ayuda en todos los aspectos de la vida diaria, desde bañarse hasta comer.

Esta descripción podría corresponder a varios tipos de demencia, de entre los cuales la enfermedad de Alzheimer es hoy en día el más común. Según un estudio reciente, financiado por los Institutos

Nacionales de Salud de Estados Unidos, alrededor del 10% de los estadounidenses mayores de 70 años (unos 2.4 millones de personas) padece esta enfermedad. En México, aunque todavía no hay suficiente información epidemiológica, los datos de la Secretaría de Salud señalan que alrededor del 25% de la población sufrirá, en el curso de su vida, algún trastorno mental, en particular el mal de Alzheimer. Asimismo, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima para el año 2025 habrá cerca de 22 millones de individuos con Alzheimer en todo el mundo. Si tomamos en cuenta que este trastorno se presenta principalmente en personas mayores de 65 años, cuando la expectativa de vida es de más de 70 años y probablemente siga aumentando, queda claro que conforme envejezca la población mundial la incidencia de esta enfermedad será mayor.

Diagnóstico reservado

Aunque el trastorno fue descrito por primera vez en 1907 por el neurólogo alemán Alois Alzheimer, hasta hace relativamente poco los investigadores no sabían gran cosa sobre sus causas. Empero, en las últimas tres décadas los avances en genética, biología celular y molecular, epidemiología y otras disciplinas comienzan a formar un patrón que poco a poco va permitiendo a los científicos identificar algunos de los mecanismos que producen el mal de Alzheimer.

Hoy se piensa que la causa principal es una alteración del funcionamiento normal de ciertas proteínas. Las neuronas y los espacios que las rodean se llenan de residuos de proteínas tóxicas, provocando la muerte de las células neuronales.

Los epidemiólogos han buscado comprender el patrón de incidencia de este trastorno. Por ejemplo, han intentado determinar si se repite en una familia, lo que indicaría una fuerte influencia genética, o bien si se debe a algún factor del ambiente. Algunas investigaciones realizadas en la década de 1980 encontraron que en algunas familias existe un riesgo más elevado de desarrollar esta demencia. El patrón indicaba que en esas familias la vulnerabilidad surgía de la transmisión de un gen defectuoso y que ese gen era dominante.

Pero, luego de rastrear la incidencia de Alzheimer en otras familias, los epidemiólogos establecieron que la genética no es la única causa del padecimiento en la población general. De este modo, se fue haciendo evidente que la enfermedad se debe a distintos factores, de los que se han identificado sólo algunos. Se ha encontrado correlación entre el mal y unos factores bastante insólitos, como la baja escolaridad durante la infancia, un daño severo en la cabeza o la ingestión constante de aluminio en el agua. Sin embargo, que haya correlación no significa que estos factores sean causa del mal. Podría resultar que son solamente indicadores de otros agentes.

Así, lo que se sabe es que en el Alzheimer hay una interrelación de lo genético, lo neurobiológico, lo conductual y lo ambiental, y que la enfermedad presenta una fase previa a la aparición de los síntomas, que puede durar hasta 10 años, durante los cuales ya está en proceso la muerte de neuronas sin que la persona lo note ni tenga ningún problema intelectual. Normalmente el mal de Alzheimer se diagnostica con varios años de retraso; esto es, dos o más años después de que la enfermedad comenzó a evolucionar, lo que reduce la eficacia tanto de los medicamentos como de las terapias de estimulación que existen para tratarla. No hay cura para el mal de Alzheimer, pero si se actúa a tiempo es posible mejorar la calidad de vida de los pacientes. Por ello, el objetivo principal para enfrentar esta enfermedad es encontrar las pruebas diagnósticas que permitan detectarla antes de que aparezcan los primeros síntomas. Hasta la fecha, y a pesar de las nuevas herramientas genéticas, bioquímicas y de imagenología del cerebro, que permiten reconocer a algunos individuos con alto riesgo de desarrollar los síntomas, así como las pruebas psicológicas para intentar identificar a las personas en las primeras etapas del Alzheimer, el diagnóstico consiste, en gran medida, en un proceso de eliminación de otros padecimientos. Aún hoy la única manera de identificar con toda certeza el daño causado por esta enfermedad es realizar un examen directo del cerebro, es decir, una autopsia.

Tras el rastro de la memoria

¿Quién no reconoce aromas como el del café recién hecho, o de una tortilla calientita? Hay fragancias que nos pueden transportar de vuelta a la infancia: un pastel en el horno, los pinos navideños, las mandarinas, el olor de la calle después de la lluvia o el del mar. Los aromas se quedan grabados en nuestra memoria y, al percibirlos, el tiempo nos devuelve imágenes o sensaciones de una época anterior.

Hacia mediados de los años 80, los investigadores comenzaron a encontrar cada vez más pruebas de un estrecho vínculo entre el olfato y la memoria, y pronto se vio que ahí había una nueva forma de conocer lo que ocurre en nuestro cerebro. El doctor Richard L. Doty, de la Universidad de Pensilvania, realizó estudios que demuestran que la incapacidad de distinguir olores es indicativa de la presencia de un trastorno neurodegenerativo incluso antes de que se presenten sus primeros síntomas. A partir de sus resultados, el equipo del doctor Doty desarrolló una prueba, conocida como Prueba de Identificación de Olores de la Universidad de Pensilvania, que relaciona la disminución en la capacidad olfativa de las personas con una posterior aparición del Alzheimer.

Esta prueba ha servido como modelo para que un equipo multidisciplinario de la UNAM, coordinado por Rosalinda Guevara Guzmán, doctora en ciencias biomédicas por la Facultad de Medicina, quien ha trabajado en el sistema olfatorio en los últimos 15 años, creara una versión similar, pero adecuada a la población mexicana. Adaptar la prueba es necesario porque, a pesar de que se han llevado a cabo estudios de este tipo en otros países, principalmente en Estados Unidos, no se había hecho nada similar en México. Realizar aquí estos estudios es importante no sólo desde el punto de vista del diagnóstico, sino también porque, como señala la doctora Guevara, "no tenemos datos epidemiológicos confiables de cómo está la situación en México. Hasta hace poco, era un país de jóvenes, pero ya no lo es tanto. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, para el año 2020 México probablemente tendrá 10% más personas de mayor edad. Pero, ¿cuántas de ellas podrían desarrollar Alzheimer? Nadie lo sabe".

Guevara agrega que por eso su laboratorio, que se ha dedicado a estudiar el sistema olfatorio desde hace varios años, decidió participar en el Programa Transdisciplinario en Investigación y Desarrollo para Facultades y Escuelas (PTID-FE), con la línea de investigación Demencia Senil y Alzheimer, inscrita dentro del macroproyecto universitario "Nuevas estrategias epidemiológicas, genómicas y proteómicas en salud pública".

La investigación tiene varias etapas. Para comenzar, cuenta la doctora Guevara, consideraron que la prueba de la Universidad de Pensilvania, que emplea papeles impregnados de fragancias como los que reparten en las perfumerías de los almacenes, está orientada a las poblaciones sajonas, por lo que es probable que muchos de sus aromas no tengan gran significado para la gente de nuestro país. "Por ejemplo, el olor a root beer (bebida de zarzaparrilla muy popular en Estados Unidos) posiblemente no les diga nada". En cambio, por señalar otro aroma, qué tal la vainilla. "Yo soy de Papantla, Veracruz, y allí hay vainilla. Y siempre que huelo la vainilla me acuerdo de mi infancia".

Así pues, lo primero que había que hacer era preguntar a la población nacional con qué olores estaba familiarizada. Para ello, los investigadores formularon un cuestionario y se lo aplicaron a 1 500 personas de diferentes partes del país. Los participantes señalaron 59 olores, de los cuales se eligieron 18 para elaborar la prueba de olfato. Para entonces, Guevara y su equipo ya habían conseguido el apoyo de una compañía española, que les surtió los aceites naturales que podían sintetizarse en el laboratorio, entre otros de manzana, plátano, café, hierbabuena y cilantro.

Luego había que calcular las concentraciones de los aceites. "Como tenemos muchos estudiantes de las facultades de medicina y de química, hicimos con ellos las pruebas, y con los resultados obtuvimos lo que llamamos las 'pruebas de umbral'", relata la doctora Guevara. Una prueba de umbral indica cómo aumenta el grado de reconocimiento al incrementarse la concentración de la sustancia que se da a oler a los participantes. Los datos forman una recta: a mayor concentración, mayor reconocimiento. Además, a diferencia de la prueba original de la Universidad de Pensilvania, la de la UNAM incluye otros aspectos. "Nuestro estudio pretende ser mucho más completo. Además de percibir el olor, las personas deben poder reconocerlo y distinguirlo de otros", explica Guevara. Los investigadores están aplicando la prueba olfativa en la población de más edad en varios lugares del país. Han visitado las residencias diurnas del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), la Asociación Alzheimer y algunos hospitales públicos. En la primera fase del estudio se pregunta a los participantes si perciben el aroma, en la segunda se les solicita que lo identifiquen y en la tercera tienen que distinguirlo de otros. Guevara y su equipo realizan, además, otro tipo de prueba, en la que se da a oler un aroma desconocido a los voluntarios, señalándoles de qué se trata. A la siguiente sesión se les vuelve a presentar, y de nuevo se les especifica qué es. En la tercera sesión muchos ya son capaces de recordar el nuevo aroma, lo que indica que han desarrollado una memoria olfatoria de ese olor que no les era familiar, que es la parte que más interesa a los investigadores.

Olor a esperanza

Como primer resultado, los investigadores se encontraron con que la población mayor de 60 años había perdido 30% del umbral olfativo. Sin embargo, algunos de estos voluntarios presentaban un umbral todavía más bajo, es decir, que su olfato estaba aún más deteriorado, a pesar de que todos habían sido evaluados previamente por un médico, quien no había encontrado ningún daño cognitivo en ellos. El equipo de la doctora Guevara decidió incluir en el estudio una prueba adicional, conocida como examen mínimo cognitivo, o minimental, que sirve para determinar si existe alguna alteración cognitiva y, por tanto, un daño neuronal, que puede ser causado no sólo por el mal de Alzheimer, sino también por algún otro trastorno neurodegenerativo, como el mal de Parkinson. Al aplicar el minimental, los investigadores detectaron que, en efecto, la mayor reducción del umbral estaba correlacionada con un daño cognitivo.

En cuanto a las personas cuyo umbral no estaba tan reducido, pero ya era menor de lo normal, los científicos piensan seguirles la pista. "Si su minimental está bien y, no obstante, ya están perdiendo el umbral, tenemos que decirles que sus mediciones no son normales y que deben revisarse cada seis meses. En caso de que aumente, hay que iniciar el tratamiento", explica Guevara. En general, añade, ésa es la idea del estudio: dar seguimiento a quienes pierdan el umbral más rápido que sus coetáneos y al mismo tiempo recomendarles que participen en un programa de rehabilitación, por si tienen mayores probabilidades de desarrollar el mal de Alzheimer.

En el proyecto participan equipos de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) y la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO), también de la UNAM, las cuales ofrecen programas de desarrollo de habilidades y destrezas. Guevara señala que esto es importante porque uno de los factores de alto riesgo para las demencias en general es el nivel sociocultural de las personas: a menor nivel, más riesgo. Los especialistas atribuyen esta correlación a la falta de ejercicio mental. "Órgano que no se usa, se deteriora", señala la investigadora. Así, aunque nuestro sistema nervioso central tiene una gran plasticidad, ésta se va perdiendo. Pero si lo estimulamos, se activa. Por eso son útiles los programas de rehabilitación con lecturas, actividades intelectuales como crucigramas o "sopa de letras", y también terapia física, ejercicio y labores manuales.

Además de buscar detectar a los afectados con anticipación a los síntomas, el grupo de la doctora Guevara desea promover que en las clínicas no sólo se cuide al paciente, sino que se le ofrezcan programas de rehabilitación que le permita mejorar su calidad de vida. "Que en lugar de estar postrado en un sillón, sin ninguna interacción con la sociedad ni con su familia, sea capaz de ver por sí mismo durante un tiempo más prolongado; que la caída de su vida no sea vertical".

El proyecto no se circunscribe a estudiar los efectos del mal de Alzheimer sobre el olfato. A los voluntarios de la prueba olfativa se les toman muestras de sangre para medir la concentración de aminoácidos. Ésta podría dar pistas suplementarias acerca de lo que ocurre en el organismo. También se investiga el papel de las hormonas que sintetiza el cerebro, conocidas como neuroesteroides. Guevara cuenta que se han publicado estudios que indican que las probabilidades de desarrollar el mal de Alzheimer aumentan cuando disminuyen las concentraciones de neuroesteroides.

También se ha echado mano de la genética. Los investigadores están buscando genes relacionados con este padecimiento. El objetivo principal de este proyecto integral y multidisciplinario (en el que también participan la Facultad de Química de la UNAM y el Hospital Central Militar) es construir la epidemiología de este trastorno en México.

El mal de Alzheimer afecta principalmente a las mujeres por ser éstas más longevas que los varones. También interviene la reducción de los niveles hormonales en el organismo femenino a partir del climaterio. Sin embargo, hasta hoy, las instituciones mexicanas de salud no mencionan ningún programa de prevención, de tratamiento ni de mantenimiento para estos pacientes.

Verónica Guerrero es periodista, divulgadora y traductora; publica artículos e imparte talleres sobre los "nuevos paradigmas de la ciencia".


ANOSMIA | Pérdida de olfato
El sentido más olvidado

* La mayoría de los casos se debe a infecciones o traumatismos
* Hasta ahora no se le ha prestado atención al problema

El olor a café recién hecho llega desde la cocina; y mientras el pan se tuesta despacio, el aroma de las flores recién cortadas lo inunda todo. Ahora, imagine la misma escena sin olores; así es la vida de las personas con anosmia. Una vida que no huele a nada.
Activación del cerebro ante los olores en una persona con anosmia (amplíe para compararla con una persona sin este problema).| Fundación CIEN

Activación del cerebro ante los olores en una persona con anosmia (amplíe para compararla con una persona sin este problema).| Fundación CIEN

Se calcula que un 2% de la población padece pérdida de olfato; unas 250.000 personas en España, hasta 14 millones en EEUU. Aunque, como reconocen los propios especialistas, el olfato ha sido siempre el gran olvidado de los sentidos y hasta hace pocos años apenas se le daba importancia a este trastorno; lo que hace que la investigación del problema esté aún "en pañales". "Hasta ahora se consideraba un problema difícil de medir, de detectar y, más aún, de tratar", justifica el doctor Adolfo Toledano, otorrino de la Fundación Hospital Alcorcón y el centro Ruber (ambos en Madrid). "No te quejes por tonterías que esto no es nada, has tenido muchísima suerte", le dijeron los médicos a Chelo, una sevillana de 31 años, después de perder el olfato a consecuencia de un traumatismo en la cabeza.

"El olfato ha sido siempre el sentido más olvidado", coincide por su parte Laura López-Mascaraque, presidenta de la Red Olfativa Española; "nadie nos enseña a oler cuando somos pequeños". Y si no que se lo digan a Marta Tafalla, que padece anosmia de nacimiento.

"De niño no entiendes muchas de las cosas que oyes a los mayores, así que detectarlo fue un proceso muy lento. Yo veía, por ejemplo, que todos a mi alrededor disfrutaban mucho de la comida, pero para mí no era para tanto. Tampoco entendía cuando arrugaban la nariz y hablaban de que algo apestaba", recuerda esta profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Cuando tímidamente se atrevió a decir en alto lo que le pasaba se enfrentó a otra sensación común entre los anósmicos: la incredulidad. Que los pediatras a los que le llevó su madre no le diesen importancia a su problema tampoco le fue de gran ayuda. "El sistema sanitario no tiene ningún protocolo para detectar la anosmia", incide Tafalla.
El poder de la mente

Los casos congénitos como el suyo son, sin embargo, minoritarios. En la mayoría de los pacientes el olfato se pierde a lo largo de la edad adulta, bien bruscamente (a consecuencia de un traumatismo, por ejemplo); o poco a poco, lo que puede ser un signo de otras patologías más graves, como el Alzheimer, por ejemplo. "Hasta ahora no se le daba importancia porque parecía algo propio de la vejez; pero ahora sabemos que hay que buscar la causa, porque puede estar provocado por un tumor, por ejemplo", añade el otorrino madrileño.

Toledano precisa aún más la clasificación de las anosmias: el 75% suele estar causada por una inflamación de las vías nasales, de manera que los olores no alcanzan el receptor olfativo que se encuentra al fondo de la nariz. En el otro 25% de los casos, el problema radica precisamente ahí: las vías están despejadas, pero el receptor o el sistema nervioso central no funcionan. "Estos casos siguen siendo un reto para nosotros".

Y para resolver ese reto, los otorrinos se apoyan cada vez más en la Neurología y en las técnicas de imagen para saber qué está pasando en el cerebro cuando nos enfrentamos a un olor. "En nuestro centro hemos desarrollado un 'olfatómetro' para ver qué zonas cerebrales se activan cuando una persona anósmica 'huele' algo", añade Toledano. Porque, como explica López-Mascaraque, los olores son capaces de activar todas las regiones emocionales del cerebro, y no es extraño que un aroma despierte regiones visuales o relacionadas con la memoria, incluso aunque la nariz no funcione normalmente.

Así, con la mente y la imaginación, 'huele' Teresa Garcerán, que perdió el olfato hace seis años a raíz de una intervención quirúrgica tras sufrir una hemorragia cerebral. "Como hay que hacer de la necesidad virtud, pido siempre a quien me acompaña que sea mi nariz, que me describa a qué huele una planta, un perfume, un plato... Al recordar los olores es mucho más fácil imaginarme qué estoy comiendo, cuál es el ambiente... Echarle imaginación a la vida es básico para mí, aunque no huela, puedo imaginar que lo estoy haciendo por las pistas que me facilitan los demás", explica esta jardinera a ELMUNDO.es.

Y aunque los médicos le han dicho que su nervio olfativo está afectado y es probable que jamás recupere el olfato, ella no tira la toalla. "Durante unos cuantos años (ahora he rebajado las expectativas) mi año iba de la floración de las mimosas (entre enero y febrero) a la de los tilos (de mediados de mayo a primeros de junio) esperando que para la siguiente floración ya habría recuperado el olfato. En todas las visitas de control con mi neurocirujano siempre digo: 'todavía no he recuperado el olfato' y el médico me comenta que es fantástico que tenga este buen ánimo aún sabiendo que no lo voy a recuperar; pero no voy a ser yo quien se rinda...".
Rehabilitación olfatoria

El doctor Toledano es cauto a la hora de generar grandes expectativas, aunque reconoce que en su centro (incluido el hospital privado en el que atiende a pacientes remitidos desde la Seguridad Social) están logrando grandes avances gracias la rehabilitación olfatoria: "Hacemos algo parecido a los catadores de vino, a base de repetir olores. Puesto que los sentidos no funcionan de forma aislada, nosotros les enseñamos a los pacientes a oler a base de otras cosas: texturas, colores, recuerdos... de manera que les creamos una ilusión olfativa".

Prueba de que funciona es el caso de Carmen Rodríguez, 66 años. "Después de un catarro empecé a tener un olor y un sabor raro, como metálico", relata a ELMUNDO.es. Todo le olía igual, "como si estuviese intoxicada"; sus guisos, su chocolate favorito, sus nietos pequeños...

Poco a poco, a lo largo de 20 sesiones repartidas en casi dos años, Carmen fue enfrentándose de nuevo a los olores, "intentando recordar cómo me olían antes las especies, el café las flores... trayendo a la mente esos olores". Gracias a esa rehabilitación olfatoria, desapareció primero el mal olor y volvieron poco a poco los viejos aromas; "a fuerza de ponerme delante de frasquitos con los ojos cerrados y repitiendo mucho en casa". Y aunque admite que no ha recuperado plenamente su buen olfato de antes, vuelve a disfrutar de nuevo del olor que emanan sus nietos.


Aceites Esenciales para el Romance

La idea del romance anda rondando a mas de uno en estas fechas..... febrero, mes del amor es el eslogan que se escucha en muchos de los sitios donde estamos.

Y por supuesto ya que la oportunidad lo justifica, planeamos cenas, encuentros, momentos, para disfrutar con la pareja de momentos íntimos que nos permitan disfrutar al máximo de esta experiencia.

Es por ello, que explorando la sensorialidad y en este caso particular, el olfato podemos adentrarnos en este maravilloso mundo personal donde cada uno puede recrear y mantener la realidad que cada uno quiere. A través del olfato es posible impactar al sistema límbico y desde ahí a los instintos básicos y la memoria. Te invito a recorrer este camino, donde la propuesta está y solo falta que tu personalmente la hagas realidad.

Las características que fundamentalmente se buscan son:

* Olores que puedan impactar positivamente a ambos de los participantes. Esto es importante ya que si el aroma es agradable, podrá impactar positivamente a los amantes.... en caso contrario, los olores desagradables romperán el momento sin vuelta atrás.
* Olores que se caracterizan por ser "calientes" esto es Aceites Esenciales que producen un efecto calorífico ya que aumentan la circulación sanguínea. Estos Aceites Esenciales producen rubor, ardor, calor.

Aquí están algunos de los Aceites Esenciales más importantes para apoyarte:

Rosa: sin duda uno de los primeros en la lista de cualquier aroma que despierte la pasión.... El Aceite Esencial puro es caro y por lo tanto difícil de obtener. Si les gusta, este aroma, símbolo de la feminidad, despierta a esa diosa Afrodita que cada uno trae dentro. Aumenta la sensibilidad, sensorialidad y tiene un claro efecto seductor. Por el precio tan alto, si lo consigues te recomiendo que se use para baños de tina, cremas y aceites corporales.

Jazmín: otro de los infaltables en la lista. Caro también. Este Aceite Esencial es un buen tonificante de útero. Emocionalmente es un estabilizador que crea un efecto tranquilizante que favorece la conquista por ser bello (a).

Lavanda: el buen trabajador.... Es un Aceite Esencial equilibrante que armoniza el cuerpo, haciendo sentir un bienestar general. Su olor asociado a la limpieza y pulcritud emocional, favorece que sea muy importante su aplicación en caso de nerviosismo, estrés y ansiedad.

Naranja: Un cítrco de cuidado!!! este aroma es evocador del niño travieso interior que todos tenemos dentro! su olor cálido aumenta el "calor ambiental" y aunado a la travesura puede crear atmósferas divertidas en la pareja.

Clavo, jengibre, pimienta, canela: los Aceites Esenciales obtenidos de las especias son sin duda los más calidos y circulatorios de esta propuesta. OJO::: deben ser empleados a dosis muy bajas ya que pueden irritar las pieles. Son muy adecuados para crear atmósferas exóticas que favorecen la aventura, la exploración, la exaltación de lo "desconocido" (claro que esto es para Occidente, ya que para Oriente es terreno explorado).

Ylang Ylang..... la flor de flores. Tiene un aroma exótico que invita al disfrute. Hay quién lo ama o quién lo detesta. Es un aroma cargado, fuerte, pegajoso. Por ello se emplea siempre bien balanceado con otros aromas más conocidos y ligeros. Sin embargo es un afrodisiaco profundo.

Romero..... Un poderoso estimulante de las funciones corporales. Su aroma balsámico es muy cálido y abrazador.

Menta. Un aceite súper estimulante que produce un efecto "de empuje". Refresca la mente, permitiéndole liberarse. OJO:::: es muy enfriador por lo que debe dosificarse de manera puntual.

Geranio: uno de los aromas florales más cálidos. Tiene una nota cítrica que permite hacerlo ligero y travieso. Es un suave sedante que permite disfrutar del lado femenino y por lo tanto de la sensibilidad.

Palo de Rosa: este aroma es uno de mis preferidos para tratar disfunciones de la sexualidad ya que es un poderoso recurso para personas que han sufrido malas experiencias sexuales en el pasado, que impiden el disfrute en el presente. Me gusta mezclarlo con el geranio, naranja y un toque de clavo. Memorable!

La lista de aromas es interminable, ya que cada persona tiene asociados algunos de los que sin duda le parecen más sensuales. La propuesta es probar, experimentar.... disfrutar.

Los Aceites Esenciales se deben vehiculizar en portadores como jabón líquido, cremas corporales, aceites para masaje, bases para la creación de perfumes.

En general te recomiendo que emplees dos gotas del aceite esencial de elección en cada 20 mililitros del portador